Dando una vuelta por Internet, he descubierto muchas iniciativas para la integración social de personas con algun tipo de discapacidad, en situación de pobreza, de personas mayores, de drogadictos o alcoholicos... De cualquier tipo de colectivo en riesgo de exclusión social. Me gustaria ir mencionandolos en el blog, cederles un pequeño espacio a cada uno. Hoy me voy a centrar en la obra social de La Caixa, he estado viendo sus iniciativas y realmente me han impactado, sobre todo por el amplio abanico de colectivos que abarca.
Se trata de ayudar a millones de ciudadanos invisibles y con ellos sus familias, amigos o compañeros que esperan de la empatía social, apoyo solidario suficiente para cambiar una situación a todas luces, injusta.
No solo se discrimina por ejercer intolerancia al diferenciar el trato a personas que la dignidad iguala, también se produce por tratar igual realidades que son diferentes. Es el caso de las ciudades, especialmente hostiles con los discapacitados. Los accesos a las aceras de las calles, centros comerciales, cines, restaurantes, colegios, edificios, muy especialmente en los transportes y más concreto, la configuración homogénea del espacio vital, el diseño excluyente que prevalece en los núcleos urbanos se ha convertido en un verdadero enemigo de las personas con discapacidad.
Interpretemos los imposibles; no solo el acceso a un autobús de una persona en silla de ruedas, también la ausencia en hoteles u otros lugares de alarmas de incendio luminosas para personas sordas, la falta de señales sonoras para invidentes en cruces y semáforos, un etc. largo que nos invita a repensar una realidad llena de barreras sociales que conducen a la exclusión. Sin olvidar la propia construcción de viviendas, baños, cocinas, pasillos o la inserción laboral y las dificultades añadidas en el mundo del trabajo.
Se trata de ayudar a millones de ciudadanos invisibles y con ellos sus familias, amigos o compañeros que esperan de la empatía social, apoyo solidario suficiente para cambiar una situación a todas luces, injusta.
No solo se discrimina por ejercer intolerancia al diferenciar el trato a personas que la dignidad iguala, también se produce por tratar igual realidades que son diferentes. Es el caso de las ciudades, especialmente hostiles con los discapacitados. Los accesos a las aceras de las calles, centros comerciales, cines, restaurantes, colegios, edificios, muy especialmente en los transportes y más concreto, la configuración homogénea del espacio vital, el diseño excluyente que prevalece en los núcleos urbanos se ha convertido en un verdadero enemigo de las personas con discapacidad.
Interpretemos los imposibles; no solo el acceso a un autobús de una persona en silla de ruedas, también la ausencia en hoteles u otros lugares de alarmas de incendio luminosas para personas sordas, la falta de señales sonoras para invidentes en cruces y semáforos, un etc. largo que nos invita a repensar una realidad llena de barreras sociales que conducen a la exclusión. Sin olvidar la propia construcción de viviendas, baños, cocinas, pasillos o la inserción laboral y las dificultades añadidas en el mundo del trabajo.
Luego tenemos otros colectivos que sufren de exclusión social, a los que las barreras arquitectónicas no les afectan, pero la falta de comprensión de la sociedad hace que les resulte muy difícil reintegrarse en lla misma. Me refiero a los drogadictos, alcohólicos... personas que sufren o han sufrido algun tipo de adicción y que estan estigmatizados por la sociedad. Siempre se piensa que son débiles, incluso viciosos que no abandonan sus adicciones, se les culpa de la enfermedad que sufren. Ellos necesitan también de la solidaridad y de la empatía de todos nosotrso.
No es caridad lo que se reclama. Es una cuestión de Derechos Humanos. Harían bien los organismos gubernamentales en mostrar su compromiso real al respecto, un compromiso firme en eliminar todas las barreras sociales.